14 mar 2017

Cuento nuevo japonés sobre uno viejo (inspirado en Horitomo) para niños sumisos y gatunos





"Mizuki, la gata madre mira a su hija que despunta como púber y la llama. Ha llegado la hora de hacerte mayor de verdad, Yoko. Y como todo gato de nuestra familia que se precie debes ofrecer tu pelambre al tatuador, le dice. Que todos vean que eres una gata bien puesta.

Pero yo no quiero dejar de ser la gata que fui, lloriquea Yoko.

Quieras o no quieras, dejas de ser la gata de antes simplemente porque ya estás cambiando. ¿O creías que un gato es solo una figura de porcelana o de jade, inmutable, con expresión falsa y abúlica e incapaz de decir miau?

Ay, pues si no hay más remedio me dejaré tatuar. ¿Me harán daño?

Sentirás un cosquilleo, responde Mizuki. Pero ya verás lo orgullosa que te sientes cuando Kenzo, el tatuador de la aldea, haya terminado el tatuaje.

¿Y ya siempre tendré que ir con mi cuerpo convertido en un cromo?

No es un cromo, Yoko, es tu nueva personalidad. Ningún gato puede deslumbrar a otros gatos ni hacerse respetar ni ganarse los cariños con el sudor de sus mimos si no se tatúa. Serías una bicha rara y los de nuestra especie no te reconocerían y tendrías que vagar por la tierra para toda la eternidad.

¿Y si quiero ser eterna, aunque vague de mala manera por ahí?, pregunta la gata adolescente. Acuérdate que a veces pasan por aquí esas gatas que no se dejaron tatuar y viven más libres que el aire de la bahía.

Mizuki pone cara preocupada.

No es buena cosa, le dice con ternura. Los riesgos son superiores a las seguridades. Y un gato que se precie debe ser doméstico, dar satisfacción a sus dueños y alegrarles la jornada cuando llegan de sus trabajos. Además, no sabes bien lo agradecidos que son los ancianitos que nos acogen.

Pero eso es muy aburrido, insiste Yoko. Toda la vida a cambio del plato de leche y esas otras birrias que venden en el supermercado de los humanos. Y encima bailarles el agua a los niños tontos y a los padres hastiados. Que lo veo todos los días, vaya.

Quién sabe si cuando luzcas tu tatuaje no estarás en mejores condiciones para hacerte valer con los gatos y con los animales de dos patas. A mí me dio resultado. Así que vete pensando de qué quieres que te tatúen, Yoko. Además ya ves que hay muchos humanos que llevan en parte o en todo su cuerpo como otra piel. Y la gente los admira.

Yoko se queda pensativa.

No sé. Una niña. Que toda mi tripa y mi pecho lo ocupe una niña. Siempre he querido ser una niña y sé que mi cuerpo de gata oculta un cuerpo de niña. Hay días que lo siento tan intensamente.

Qué rareza la tuya, dice Mizuki. Podías pedir como otros que te pintaran rayas de tigre o culebras o flores de almendro.

Eso está muy visto, y Yoko se pone furiosa. Todo el mundo se tatúa lo mismo. Yo quiero una niña en mi piel o no hay tatuaje.

Se lo diré a Kenzo, a ver si puede hacerlo, dice mosqueada la madre gata. 

Pero ya se sabe que las madres gatas de hoy día son demasiado condescendientes y les compran de todo a las crías gatas. Así que Yoko pone cara alegre ¡por fin! y le dice a su mamá:

Vamos ya a ver a Kenzo. Estoy dispuesta al sacrificio. Y di al tatuador que lo haga bien, que tiene que ser una niña bella y con rostro bondadoso. Y que no la termine del todo, que deje la imagen abierta, como dicen los artistas de una obra.

Y eso, ¿qué rayos verdes quiere decir, Yoko? Por todos los demonios y fantasmas de nuestro pueblo, ¡cuántas rarezas las tuyas!

Ay qué poca imaginación tienes, mamá Mizuki. La niña tendrá luego que crecer, ¿no?". 


Nuevo cuento tradicional japonés. Aparece en el libro "Demonios, fantasmas y otros seres que ni fú ni fá", editado por Ediciones del Sol Poniente. De próxima aparición.





(Imágenes de Kazuaki Kitamura, Horitomo



6 comentarios:

  1. Qué linda historia. Conozco a una gatita que se dejo tatuar de linda flor y que se acabó quemando enterita para que se le regenerara su piel natural. A saber como sería y si sobreviviría porque tengo entendido que los grandes quemados no lo consiguen. Si fuera lista y lo supiera quizá se fuera quemando poquito a poco, por partes, pero eso conllevaría un larguísimo y tortuoso proceso.

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    1. Depende bajo que sol o qué mano se dejara alterar la piel. Las gatitas no son tontas precisamente. Miau.

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  2. No me gustan los tatuajes, pero la historia me encantó, me dejó pensando.
    Un abrazo

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  3. Curioso cuento.

    A mí no me gustan los tatuajes, pero en el cuento tienen mucho sentido.

    Es una gran historia.

    Felicitaciones
    Un abrazo

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