17 abr 2016

Lectoras




Pueden o no creérselo.La solitaria mujer de la terraza no se levantó hasta que terminó de leer el libro. Sus páginas debían estar sumamente entretenidas, pues apenas se distrajo. Tres vermús, unas almendras, un leve despeinado. Ninguna mirada a su entorno. Cortés con el camarero, discreta en su entonación de voz, relajada. Intenté vislumbrar el título del libro. A la distancia a la que yo me encontraba me resultó imposible. Tampoco se trataba de hacer ejercicios de funámbulo. Al fin y al cabo la novela que yo había comenzado la víspera también era apasionante. Se titulaba Memorias de un mirón y, aunque resulte sorprendente, de su autor nada se sabe. Si se ocultó tras el anónimo tendría sus razones. Conjeturas al respecto: se trataba de un clérigo, o de un juez, o de un miembro de la nobleza liquidada por Robespierre. Normalmente me apasionan los libros de autor desconocido. Tienen un toque bíblico, en que los autores permanecen en la sombra porque acaso no todos los autores desean imponerse a su creación. Porque una noche de revueltas algún proscrito culto quiso terminar una historia ficticia antes de ser detenido y acabar sus días en una horrenda prisión insular. 

Tal vez se tratara de un pope desgraciado que al escribir el libro vivió la vida que no le fue dada vivir en la realidad, dijo entonces la mujer lectora cerrando su libro, y dándome a entender que lo había concluido. Ah, ¿conoce usted lo que estoy leyendo?, aventuré. En absoluto, pero he adivinado lo que usted pensaba porque, ¿sabe?, yo misma tengo muchas veces los mismos pensamientos. La mujer lectora no varió su postura, simplemente avanzó su torso hacia mi posición y me ofreció el libro que acaba de terminar. Veo que a usted le quedan también pocas páginas por leer, me dijo, y si quiere puedo cederle el mío. Es muy agradable leer al aire libre en una primavera cálida como la que tenemos. ¿Cómo se titula?, le pregunté. La lectora espiada, me respondió. La mano que sostenía el libro era grácil. La muñeca ejecutaba un giro delicado, como si al manejar un objeto dibujara con precisión un paso de danza. Eso sí, no me digan si tailandesa o clásica. Pero la extensión de su brazo no parecía tener fin.



(Ilustración de Milo Manara)




22 comentarios:

  1. Pareciera anticipar un intercambió mucho más profundo que el de simples lecturas...
    Un abrazo

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  2. un breve relato con mucha particularidad en la observación, me parece inteligente
    saludos

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  3. Me voy a enganchar por aquí.

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  4. Sencillamente, me gustó. Está bien escrito y engancha...
    Un beso dulce.

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  5. Algo muy similar me ocurrió una vez, soy lectora empedernida de terraza, en excelsas ocasiones son días de grato placer en soledad "acompañada".

    Bonita escena. Gracias.

    Un abrazo y tu cafelito.

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    1. Vaya, respaldas la ficción con tu dosis de realidad. Me encanta. Leer al aire libre y con buen tiempo, sin dejarse interferir es una delicia, naturalmente. Un abrazo.

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  6. No sabes lo que me identifico con estas letras tuyas...
    Gracias por llegar a mi blog y quedarte.
    Saludos

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    1. A veces las letras son cristal donde nos vemos reflejados unos a otros. Por aquí sigue Samsa.

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  7. La persistencia en la lectura "La solitaria mujer de la terraza no se levantó hasta que terminó de leer el libro." y la terraza soleada del bar ya son la garantía, casi notarial, de unos momentos de felicidad. A esto añadamos el misterio por el autor desconocido y entonces los momentos ya quedan para el recuerdo.
    Muy buen relato, te felicito.
    Francesc Cornadó

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    1. Hay individuos que se concentran en la lectura de un libro en medio del ruido e incluso del caos. Un antídoto probablemente. Y si no se tiene un libro a mano, el buen observador lee el entorno. Después imagina. Gracias.

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  8. Tantas veces preguntamos lo que no nos interesa!
    Un saludo

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    1. Así es. Hay gente curiosa por lo más nimio; otros solo preguntan lo que tiene interés. Gracias a ti.

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  9. Olá, Gregorio Samsa, boa noite !
    Que blog artístico !
    Muito grato por seguir o meu modesto
    trabalho, e parabéns pelo teu blog !
    Um fraternal abaraço, aqui do Brasil.
    Sinval.

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  10. Hay que escribir lo que sea, pero para pasarlo bien y tener placer. Al fin y al cabo, como decía Wallace Stevens se escribe para uno. Ya es mucho. Un abrazo.

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  11. Un intercambio de lecturas y una suposición, todo en una terraza y bautizado por un vermouth, espléndido.
    Saludos.

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  12. Ese giro de muñeca... que hermosa manera de invitar a la lectura. Buen fin de semana!

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