11 dic 2019

El obseso, de Mário Isabelo da Graça





"Trece años después de irse voy y me acuerdo de él. Su ir yéndose, apenas en tres días, como si no estuviera ya, pero estando. Aparente placidez, partida por agotamiento. La ruptura ya la había iniciado cuando desde hacía un tiempo venía comentando: para qué está uno aquí". Con la evocación de un recuerdo comienza El obseso, relato de Mário Isabelo do Graça.

El autor pergeña con pinceladas dispares la vida maníaca del protagonista, Grígor Àfkak, que repasa los últimos días de la muerte de su padre, varios años después de que aconteciera. La descripción que imagina Grígor no es tanto para dejar constancia de lo que fue vivir el fin del otro como para imaginar cómo sería su propio final.

"...Para aquel hombre, curtido en desgracias pero también resarcido en bonanzas, los años iban cayendo y las quejas eran sabias. Cosa de longevos, estirpe de nonagenarios que solo por la inercia se mantienen, fuerza oculta cuya combinación nadie puede ni sabe interpretar. Los ancianos avanzados suelen tener el cuerpo frío aunque respiren. La respiración de aquel hombre era imperceptible. Era la respiración del fin de su mundo. El pulso se le iba ocultando lentamente. La extrema delgadez no le arrebataba la actitud plácida. Cuando le pregunté, para asegurarme que aún vivía, si nos quería tuvo fuerza para responder con un sí tajante. La figura paterna, otrora enérgica y activa, dejaba de ser figura. Qué pensará un moribundo. Qué pensaré cuando me esté muriendo. Tengo una frase preparada que, acaso despistado como soy, no me venga a la mente en ese instante. Así que esto era la muerte. Eso me diré. Quisiera decírsela a todos, que todos supieran sentir como yo siento en el estertor. Si hay alguien alrededor de mí no me harán caso. Incluso pensarán como yo pensaba cuando mi padre se iba: ya no está, ya se ha muerto, o más benévolos: ya no se entera de nada. Así que esto era morirse, pensaré en el ejercicio fiel de las últimas descargas eléctricos de mi cerebro que, cual hilos delicados e inconsistentes, se irán desconectando. Pero será una frase falsa. O mal planteada. Pues para saberse lo que es irse del todo tendría que comprobarlo a posteriori y, ay, tras dejar anclado todo suspiro en este lado transitado ya no hay después que valga. No hay ningún a posteriori que sea capaz de recitar el epílogo verbal. Así que se me debería interpretar de otra manera más lógica: así que en esto consistía irse muriendo. Pero, ¿qué importancia puede tener la lógica cuando te estás muriendo? Renegaré de ella como hace tiempo renegué de la metafísica".  

Mário Isabelo do Graça se sumerge en la retorcida manera de pensar de un hombre de edad avanzada, ni rico ni pobre, ni muy sagaz ni excesivamente torpe, ni solitario ni reducido por la compañía al papel de comparsa social, que vive obsesionado con las deformaciones propias de la edad. Y que se deja conducir por ellas hasta prever próximos males, desquiciamientos probables, temores acechadores que asume "...no para volverme loco, ni para andar perdido por el mundo, sino para traducirlos en herramienta de una parte de la condición humana que antes o después nos espera a todos". El protagonista de El obseso indaga en esa parte de las ilusiones contrarias de juventud, "...aquellas que nos permitían aparentar más de lo que éramos, perseguir sin dudar lo incierto, asumir el riesgo obviando temores, creernos príncipes de la existencia, saludable potencia que nos hacía levantarnos de las frecuentes caídas que solo considerábamos guijarros del camino".  


El obseso saldrá para las próximas fechas, editado por Mésos Pótamos Ediciones, colección Los márgenes del sueño.



(La fotografía es obra de Jorge Molder)