"Fue en la tarde del solsticio cuando dos ángeles zarrapastrosos se subieron a la fuente monumental. ¿Por qué ellos están ahí, dijo uno al otro contemplando la exuberancia de los querubines barrocos, y a nosotros se nos veta? La niña, más aguda, le consoló. ¿Y para qué quieres estar ahí? ¿Para ser piedra toda la vida? Pero al menos seríamos insensibles, le dijo el chico. No pasaríamos frío ni nos importaría la lluvia ni tendríamos nunca hambre ni nos afectaría que nos tratasen mal. Ella se quedó pensativa. Pero, ¿sabes?, no jugaríamos, ni nos reiríamos, ni haríamos travesuras, razonó si bien no convencida del todo. Además, si hemos de pasar hambre mejor corretear por el mercado a ver qué birlamos. Si ha de ser frío, ya habrá un brasero de caridad. Si nos envuelve la suciedad, el río o un manantial no nos han de faltar. Que alguien nos maltrata, huiremos de él. ¿Qué pintaríamos nosotros clavados en una fuente, gorditos y con cara de pánfilos? Mejor nos quedamos donde estamos. Siempre tendremos el recurso de divertirnos y hacernos mayores algún día. ¿O no sabes que los hombres de piedra no existen? Algunos sí, le replicó el otro. Mi padre siempre se lo dice a su patrón: usted tiene el corazón de piedra".
Este comienzo, que podría ser perfectamente de neorrealismo italiano, va a marcar ya la pauta del relato que Giovanni dell´Acqua escribiera hace varias décadas y que había permanecido inédito hasta hoy. Un lector superficial tendría la impresión de que el libro va de las aventuras y desventuras de dos criaturas en una sociedad inhóspita. Un lector avezado creerá distinguir un trasfondo de crítica de la realidad social. Un buscador de enigmas prospectará en el simbolismo de ángeles y niños, que de manera tan exacerbada cultivaron ciertos estilos ornamentales. Incluso habrá quien, siguiendo las líneas de reconsideración de los maltratos a la infancia, vea una denuncia manifiesta de la vida desgraciada que han llevado en el pasado millones de niños. En cierto modo hay de todo ello, pero lo que prima en el relato es el estilo poético que empapa los diálogos, a medida que avanza la descripción.
Pendientes de que Los ángeles zarrapastrosos, de Giovanni dell'Acqua, vea la luz. Lo hará en la editorial La medusa feliz ya en el próximo otoño.
(Fotografía de Elio Ciol)