"...Era de secretos hasta hace poco, pero ya no lo es, no lo es porque he decidido que los demás sepan lo que contiene, y quiero que lo sepan para que compartan, y compartir no es decirlo solamente, no, lo voy a dar todo, aún no tengo pensado cómo, tal vez a los chicos de la escalera les ceda las canicas, los sellos a la niña lista de la casa de en frente, que además de lista me besó un día y prometió besarme más veces si le seguía dando más sellos, los plumines pues tal vez uno a cada uno de mis colegas de la escuela, los clips lo tengo fácil, seguro que los más díscolos me lo agradecerán, saben hacerlos volar como nadie con unas gomas que estiran desde su pulgar e índice en ristre, el tintero no sé si darlo porque siempre he tenido unas ganas irreprimibles de volcar a propósito, hasta ahora se nos caían, nos castigaban tened más cuidado, a ver qué hacéis, limpiaros, guarros, mil y un improperios, y mala conciencia y chivateo al hermano mayor que era como decir a los padres, y no obstante el fallo y el castigo cada vez que a alguno de nosotros se nos caía la tinta al rellenarlo o el tintero completo, añicos y manchón generalizado sobre el terrazo de la clase, cada vez que un suceso de ese tipo alteraba la monotonía de las interminables horas yo sentía un placer oculto, prohibido, y me reservaba cometer una fechoría adrede alguna vez, y en esta mira que tengo la ocasión, porque nadie puede decirme nada, el tintero es mío, el curso ha terminado, me cambian de liceo porque no me quieren en el que he aguantado hasta ahora, no me quieren porque dicen que además de no aprender soy un provocador, y para demostrarme que lo soy de verdad quiero quemar las naves, así que el tintero puede que vaya directo a la cabeza del director amargado de ese colegio de niños perfectos que no me quiere más, solo pensar en la acometida, en cómo aterriza el tintero sobre monsieur Glouton, y la tinta invade su rostro hosco y le resbala por el cuello de la camisa y por la corbata y convierte su traje gris marengo en azul oceánico, solo por ese espectáculo noble porque tomarme la justicia por mi mano tiene mucho de nobleza, y que nadie interprete que de venganza, habrá merecido la pena la ejecución de un goce preservado en mi interior discretamente, de un gesto de valor que puede sentar precedente pero para mí será un signo de que ya no soy un niño sino que sé asumir responsabilidades, necesito repartir todo, necesito crecer, ¿no quieren que me haga mayor, que madure, que me aplique?, me quedan esos tipos de letras de mi tío Armand, el que trabajó en una imprenta hasta quedarse ciego y pasarlas canutas cuando los boches invadieron el pueblo y le buscaban un día sí y otro también para culparle de todas las hojas volantes que corrían por ahí, de vez en cuando el tío Armand me regalaba tipos, me gustaba leer las letras al revés, así aprendí el alfabeto y eso marca, marca para ir a la contra, y no sé qué hacer con ellos, no los daré, será lo único que salve, porque en la vida, como dice Callot, el ferroviario, hay que guardar algo que te indique el camino."
Fragmento de La cajita de secretos, de Marcel Le Chant, seudónimo de un extraño escritor que dicen que vive en la Melanesia.
(Imagen de Michael Kirkham)
Las cajitas de secretos son pequeños tesoros¡
ResponderEliminarEsta se me antoja especial, toda una lección de vida pero a la contra que siempre es mas interesante que a favor de la domesticación a la que nos someten en las (j)aulas.
salud
Cuántas cajitas se han sacrificado para reafirmarnos en la adolescencia y el salto a la supuesta madurez. Pero hay pequeños objetos cargados de simbolismo, arrinconados o en guardia en algún sancta sanctorum de nuestra domesticidad. Gracias.
EliminarYo aporto dos tinteros más a tan justiciera artillería.
ResponderEliminarSalud!
Si se apunta alguno más formamos una batería. Salud y serenidad.
EliminarGran detalle compartir la cajita de los secretos, bueno para el que reparte y para los que tienen la fortuna de aprovecharlo. Salud.
ResponderEliminarY exorcismo también. Ritual de adolescencia (incluso de post adolescencia)
Eliminarme hizo acordar a ese "consejo oriental" que dice que no pongamos todo el amor en una sola caja, sino en muchas, pues si un día, nos roban una o dos, siempre tendremos amor que dar
ResponderEliminar.
entretenida entrada, gracias
saludos
¿Será que viene de ahí lo de las "cajas chinas"?
EliminarY ya que menciono esto, te reomiendo "El mandarín", de Eça de Queiroz, un fabuloso relato de cajas chinas.
Saludo.
Yo también usé una cajita de secretos junto con un diario, útiles que fueron sacrificados con el paso del los años.
ResponderEliminarCon ese toque de rebeldía, yo le veo un matiz tierno a este texto.
Saludos.
Creo que todos hemos tenido nuestros recuerdos en una cajita o en varias...hasta que los rituales de pubertad nos exigieron ciertos signos...
ResponderEliminarSaludos, Auro.
Vaya cajita de secretos, como para tener una igual.
ResponderEliminarSaludos.
Todos tenemos incluso de adultos una análoga, ¿no cree usted?
EliminarVaya que si.
ResponderEliminarY a veces se junta la de antes con la de ahora...un verdadero tesoro, aunque no siempre se palpe...simplemente se llama memoria (y si quiere, imaginación)
EliminarYa lo dice el texto: "quemar las naves". Sin embargo, alguna nave se salva y resiste el paso del tiempo haste que, por sorpresa, detrás de un armario, aparece un fleco de otro tiempo. La madurez reversible cobra entonces su verdadero valor.
ResponderEliminarUn saludo
Juan M
Nos debatimos siempre entre memoria e imaginación de futuro...Por eso las pequeñas pistas que nos hablan de nuestra trayectoria adquieren su valor. ¿O es que a través de ellas intentamos retener algo de lo perdido?
EliminarSaludos.
Me han gustado mucho tanto el relato como el dibujo ¡Y tengo una caja igual!
ResponderEliminarSaludos. Borgo.
Quien tiene una caja así tiene un tesoro, Miquel.
EliminarLa brújula no podemos darla, por aquello de no perdernos, pero siempre podemos compartir destino y dirección.
ResponderEliminarUn saludo
Muy acertado, muy sensato, me gustó.
EliminarEncantador, laberíntic: cada compartiment un petit paradís, d'on s'escampa un sortidor literari vital fins a la immensitat.
ResponderEliminarGracias mil, Olga Xirinacs, lamento no haber podido responder antes. De aquellos estuches llegamos a estos secretos de mayores.
EliminarTener un secreto es "un goce preservado en el interior", compartirlo también lo es.
ResponderEliminarSaludos.
Y en el estuche no aparece el chicle, aquello del chicle sí que era compartir salivas...digo secretos.
EliminarDisculpa por tardar tanto en la respuesta.
Hola!! tu blog está genial, me encantaria afiliarlo en mis sitios webs y por mi parte te pediría un enlace hacia mis web y asi beneficiarnos ambos con mas visitas.
ResponderEliminarme respondes a emitacat@gmail.com
besoss!!
Emilia
Por supuesto, Emilia, adjúntalo donde gustes, gracias por pasar.
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