"Desde lo más alto de la ladera la vio dormir boca abajo. La contempló largo rato y se extasió con tal enunciación de la belleza. No le decía aquella imagen nada más, pero le estaba diciendo todo. No sintió otra llamada sino la de una dulce abstracción. Él, el monstruo que había sido, moría en la mirada sobre la mujer del sueño. No había ansia dentro de él, ni deseo, ni le reclamaba embestida alguna. Se sintió raro y hubiera querido contemplarse en el cielo para saber si seguía siendo como era hasta entonces.
Un impulso de bondad le hizo descender hasta la dormida. Sin hacer ruido, sin ánimo de perturbar aquel sueño, intrigado por la presencia insólita de quien se atreve a entrar en sus territorios. Merodeó sin acercarse demasiado. Lo justo para percibir una respiración cuyo ritmo le traspasaba. Los movimientos de la mujer al cambiar de posición eran pausados, sus estiramientos leves.
Empezó a dejarse notar la brisa de la pronta mañana. Hubiera querido dotarla de calor, evitar que aquella espalda se convirtiera en parte del rocío gélido. La tomó entre sus manos y un estremecimiento salvífico le embargó. Qué queda en mí del monstruo que soy, pensó contradictoriamente. En el roce liviano de la piel de la aparecida presintió la marca fría del amanecer. Cómo protegerla sin causarle daño. Pensó en arrancar unas briznas de hierba y taparla con ellas. Pero añadiría frialdad sobre frialdad. Pensó en cubrirla con arena, pero aquella piel no se merecía el humus barroso. Suspiró entregado a su preocupación. Aquel suspiro le dio la clave. Tomó aire y expulsó una bocanada larga de aliento cálido. Sintió que aquel cuerpo diminuto se expandía, adquiría un tono menos vidrioso. Hasta le pareció escuchar una palabra insignificante de agradecimiento emitida desde la ingravidez de la durmiente. Luego el monstruo colocó encima la otra palma de manera cóncava como tejado de la casa que construía para ella con las manos. La dejó habitar. Fue en ese instante cuando el ser abominable, temor de todos los habitantes de la comarca, se dio cuenta del poder de la belleza. Algo palideció en su interior. Fue poseído por una rendición en la que no se reconocía, pero que le agradaba. Permaneció sentado en el fondo del valle, esperando la calidez del día."
Empezó a dejarse notar la brisa de la pronta mañana. Hubiera querido dotarla de calor, evitar que aquella espalda se convirtiera en parte del rocío gélido. La tomó entre sus manos y un estremecimiento salvífico le embargó. Qué queda en mí del monstruo que soy, pensó contradictoriamente. En el roce liviano de la piel de la aparecida presintió la marca fría del amanecer. Cómo protegerla sin causarle daño. Pensó en arrancar unas briznas de hierba y taparla con ellas. Pero añadiría frialdad sobre frialdad. Pensó en cubrirla con arena, pero aquella piel no se merecía el humus barroso. Suspiró entregado a su preocupación. Aquel suspiro le dio la clave. Tomó aire y expulsó una bocanada larga de aliento cálido. Sintió que aquel cuerpo diminuto se expandía, adquiría un tono menos vidrioso. Hasta le pareció escuchar una palabra insignificante de agradecimiento emitida desde la ingravidez de la durmiente. Luego el monstruo colocó encima la otra palma de manera cóncava como tejado de la casa que construía para ella con las manos. La dejó habitar. Fue en ese instante cuando el ser abominable, temor de todos los habitantes de la comarca, se dio cuenta del poder de la belleza. Algo palideció en su interior. Fue poseído por una rendición en la que no se reconocía, pero que le agradaba. Permaneció sentado en el fondo del valle, esperando la calidez del día."
La conversión del monstruo, de Andresz Cselowic, será publicado próximamente en la colección Historia de monstruos y otros seres deformes, perteneciente a la editorial Transmundos.
Qué maravilla.
ResponderEliminarTodo, y más de lo que imaginamos, se mueve dentro de cada uno de nosotros...
EliminarUna historia llena de ternura. Todos aparcamos alguna vez al monstruo que llevamos dentro y nos dejamos seducir por la belleza de las cosas o de alguien.
ResponderEliminarSaludos.
Acaso simplemente por la sencillez y la humildad, ¿verdad? Mas nos vale. Gracias.
EliminarLa humanidad del monstruo, la sorpresa, la ternura, exquisitamente escrito.
ResponderEliminarHoy mi sonrisa es mucho más grandota...
Cariños,
Nená de la Torriente
¿Es que los monstruos no son humanos? ah, y yo creía que...
EliminarNo es lo mismo hablar de la humanidad que tiene el monstruo a suponer que el monstruo no es humano....(Up!)
ResponderEliminarConceptos duales, que suelen derivarse hacia lo positivo y el bien...
EliminarQué queda en mí del monstruo que soy, pensó contradictoriamente.
ResponderEliminarBellísimo, y la historia, mis aplausos.
Un punto de contrición da al alma la salvación, decía el Tenorio de Zorrilla. ¿La salvación por la belleza?
EliminarSe agradece tu paso y comentario, Nele.
Boa tarde,
ResponderEliminarTodos nós temos um lado monstro (relativo) dentre nós, este lado pode até ser positivo, exemplo: "és um monstro cultural ou és um monstro no desporto, etc. etc." o que habitualmente chamamos de monstro não é humano.
Obrigado pela sua visita ao meu blog
Abraço
ag
Boa noite. Pues yo veo al leer la prensa todas las mañanas que abundan los monstruos humanos, que cometen muchas monstruosidades y que tratan de que el planeta sea un lugar monstruoso. Debo ser pesimista.
EliminarObrigado, AG
Gran texto y complejo el ser humano...
ResponderEliminarMaravillosa complejidad y bellísimas palabras Gregorio.
Un abrazo
Esto de ser mitad monstruo y mitad ángel...es lo que tiene, Sofya, abrazo.
EliminarYo quiero un monstruo así de dulce y tierno. Todos somos un poco monstruos y un poco ángeles, solo es necesario el momento oportuno que haga aparecer uno u otro.
ResponderEliminarTe encontré en mi blog y para mi ha sido un placer encontrar este rincón. si no te molesta, me quedo.
Un besote.
Bien dices, nuestra doble faz nos permite ser monstruos y doncellas, pero aparte del momento, ¿no se habrá inclinado ya la balanza hacia una de esas dos personalidades?
EliminarPuedes permanecer aquí hasta que la silla se caiga de purita vieja.
Aveces creo que sin ser hipocritas,adoptamos dos caras para sobrevivir.Aveces me imagino con mis dos manos ahogando a mi jefe ! Y despues vuelvo a la realidad y me veo con una sonrisa. jajaja Y se que no estoy sola en esta doble faz. Pero no soy monstruo Ok ? jaja Saludos.
EliminarY aunque lo fueras, tienes derecho a admitir la parte alícuota de monstruosidad (incluso bondadosa) que portamos cada cual. Que la sonrisa sea auténtica, eso sí, y reflejo del interior. Saludos.
EliminarSin duda un blog muy interesante.Saludos!
ResponderEliminarProcuremos al menos divertirnos un poco,Idolidia, agradezco tu paso y comentario.
EliminarLos monstruos también tienen corazón y se enamoran.
ResponderEliminarSaludos.
No sé si arriesgo mucho al decir que acaso son los que más se enamoran.
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