24 mar 2013

Ariadna en el peligro





Me has hecho callar, Ariadna, porque has dicho:

han sido unos pasos; tenía que pasar tenía que pasar, repites una y otra vez, y vas bajando la voz hasta que me hablas quedo, y acercas más tu aliento que las palabras: 

¿no los oyes?, observa con cuidado el crujido de los escalones, es su cuerpo que sube con pesadez, la baranda que vibra, se apoya en ella; ahora se ha detenido, no digas nada; si permanecemos en silencio no sabrá dónde estamos; él está cansado, se mueve lento y se ahoga, siempre respiró mal; espera encontrarnos aquí, pero si no nos movemos se marchará; controla qué dirección toma; la madera del suelo le delata, va para la otra parte, pero no te descuides

yo afino el oído, yo me sujeto a tu cuerpo, yo agudizo cada zona sensorial de mi cuerpo, quisiéramos infiltrarnos por la pared, ¿es eso lo que quieres?, ¿que nos estrechemos hasta desaparecer por una grieta?, tendremos que esperar aquí, no nos encontrará si somos cuidadosos, si no bajamos la guardia, y  me clavas las uñas en la carne y entonces susurras:

si nos encuentra no nos creerá, siempre ha sospechado de ti, siempre te ha tenido envidia, pero casi prefiero que nos encuentre, que sepa que lo que sucede es irreversible, puede ser un salvaje, lo sé, ay, qué hacemos, di algo, no, no digas, contengamos la respiración, se aproxima, me llega su olor, ese repugnante perfume que utiliza para desviar su aliento aguardentoso, sujétame fuerte, no, tu brazo debes tenerlo libre por si de pronto, ah, podría ocurrir, a veces va armado, espera, ¿oyes cómo bufa?, viene hacia aquí, no me cabe duda, se ha parado, no sabe bien qué hacer, creo que se acerca a la escalera, calla, calla, ha empezado a bajar, si pisa el peldaño roto sabremos que ya está abajo, sí, acabo de oír el chasquido, ¿lo oyes tú?, sí, la puerta, los goznes rechinan, ya está fuera, y el motor del coche, ya no puedo más, me mareo

yo no puedo tampoco más, tengo los hombros aguijoneados por las uñas de Ariadna, la camisa empapada de sudor, los músculos rígidos, una sensación de haber estado aprisionado, Ariadna deja caer su cabeza sobre mi pecho, se rehace, vibra, respira profundamente, se eleva y me escupe una mirada de deseo, no sé bien dónde está el salvaje ahora mismo, coge mi rostro con las dos manos y con tono enérgico me saca de dudas: 

me gusta encontrarme contigo peligrosamente




(Imagen de Eric Marváz)   


4 comentarios:

  1. ¡Genial! La lectura de este breve pero intenso suspense activa instintivamente todos los sentidos.

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  2. Tensa i eficaç narració, que aconsegueix el seu propòsit: connectar amb el lector i interessar-lo.

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    1. Me lo he pasado bien, así de sencillo puede ser ponerse a volar entre las letras, ¿verdad?

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